
Perdí el interés en el “fast food” muy pronto, dice Edu. Las citas rápidas a través de Grindr casi siempre eran excusas para practicar sexo. Rápido me parecieron algo vacío y que no me aportaba nada que no pudiera aportarme yo mismo. Pero como todos, caí en la trampa.
Me decidí y lo probé. Al principio estaba encantado. ¡Por fin quizá conocería a alguien con quién imaginarme un futuro en común!, alguien de quien enamorarme y que se enamorara, alguien con quien viajar, correr aventuras pero también quedarme en casa leyendo en el sofá juntos, sin más. Por fin el amor podía ser posible.
Dejar atrás el tereotipo gay
A medida que iba pasando el tiempo y las citas, fui encontrándome cada vez más distanciado de mí mismo, de mis valores, de mis ideales. No veía verdadero interés en la gente en conocernos, sólo se abrían puertas a encuentros sexuales que quedaban en eso, sexo. Empezó a producirme desazón y la sensación de que estaba perdiendo el tiempo, yendo en mi contra. Lejos de acercarme más a otras personas, el contacto casual y frugal me hacía sentir aún más aislado.
Pasada la novedad de la revolución Grindr de los primeros meses, por fin llegó una cita que me parecía que podía ser interesante. Llevábamos hablando un mes, era un chico culto e ingenioso. Provocativo, mordaz, con una gran sensibilidad y el punto justo de picardía sin caer en la vulgaridad. No tenía foto pero me lancé a conocerle. Cuál fue mi sorpresa al llegar al bar en el que habíamos quedado cuando me encontré con Luis.
- Pero Luis, ¿cómo?, ¿tú?
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